sábado, 27 de abril de 2013

El miedo, obstáculo a la libertad.



La libertad suprema se adquiere cuando el hombre pierde el miedo a la muerte. Mientras exista ese miedo, tendrá que ceder ante todo poder que lo amenace. Por eso Jesús pide a los suyos que no consideren la vida física como el valor supremo (Me 8,35 par.; Jn 12,24s). Pero no lo hace exhortando a un fanatismo auto destructor, sino inculcando la certeza de que la vida del hombre no termina con la muerte. De hecho, la vida divina que es el Espíritu no puede ser destruida; para el que la lleva en sí, la muerte no es un fin, sino un paso; como lo dice Jesús en el evangelio de Juan: «quien cumple mi mensaje, no sabrá nunca lo que es morir» (8,51).

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