La
libertad a que Jesús llama se expresa en los evangelios con numerosas figuras, una
de las cuales es «comer recostado a la mesa». En la época de Jesús, comer
recostado era privilegio de hombres libres; en ninguna ocasión se permitía a un
esclavo o siervo adoptar esa postura para comer. Por eso, en la cena pascual
judía, conmemoración de la liberación de Egipto, se comía recostado a la mesa.
En los evangelios, cuando Jesús aparece comiendo con sus seguidores, se indica
siempre que lo hacen recostados. Así lo señala Marcos en la comida de Jesús con
sus discípulos y los numerosos recaudadores y descreídos que lo seguían (2,15
par.). Lo mismo en la última cena (Mc 14,18 par.; Jn 13,12.23) y en la
descripción de la nueva sociedad futura (el banquete del Reino), que integrará a
los paganos (Mt 8,11).
En
Juan, el don de la libertad a los discípulos se explicita en el lavado de los
pies. Jesús, «el Señor», al prestar a los suyos un servicio propio de siervos
(13,4s), los eleva a la categoría de «señores», es decir, de hombres libres.
Con esto les enseña cómo han de procurar la libertad y dignidad de los hombres:
con el servicio por amor. Este servicio no se opone a la dignidad ni a la
libertad propias: Jesús, después de prestarlo, vuelve a recostarse a la mesa,
tomando de nuevo la postura del hombre libre (13,12).
Respecto
a Jesús, la libertad está incluida en el concepto de «amigo», opuesto al de
«siervo» Gn 15,15).
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