Pero, además
del origen, hay que examinar en qué terreno se ejerce la «autoridad» de Dios y de
Jesús. Para ver el cambio que dan los evangelistas al contenido de la exousía
respecto al AT, examinemos el texto de Mc 2,10: «El Hombre tiene autoridad en
la tierra para perdonar pecados». La frase se encuentra en la perícopa del
paralítico (Mc 2,1-13), que en Marcos tiene por tema la salvación ofrecida a la
humanidad pagana (universalidad del Reino), privada de vida por «sus pecados»,
es decir, por la injusticia que en ella reina. Marcos presenta a Jesús, el
Hombre, como al que ejerce una función propia de Dios, ocupando su lugar en la
tierra. Esto es efecto de la posesión de la «autoridad», que es, por tanto, una
autoridad divina.
La
actividad divina que ejerce el Hombre en la escena del paralítico es doble: «cancelar
los pecados» (2,5: «se te perdonan tus pecados») y «comunicar vida» (2,11s: «Levántate»,
etcétera»): Dios es presentado, por tanto, no como el que va a castigar a los
pueblos paganos, sino como el que borra su pasado y los vivifica. Es la primera
característica divina que el evangelista señala en Jesús. Para esto sirve su
autoridad, sin distinción de judíos y paganos: no es el derecho y capacidad de
dar órdenes y dominar a los hombres, sino de comunicarles vida.
Si se
compara este concepto de la autoridad con el que aparece en el libro de Daniel,
se ve la diferencia, En Dn.7,13s, pasaje al que alude Marcos en la perícopa del
paralítico, se dice así: «En la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo
una figura humana (lit. «como un hijo de hombre»), que se acercó al anciano
(Dios) y se presentó ante él. Se le dio autoridad (LXX), y toda nación según su
raza y toda gloria le servirán: y su autoridad es autoridad eterna, que no le
será quitada, y su reino no decaerá».
.
Esta
figura humana, que aparece como lugarteniente de Dios, se interpreta al final del
capítulo como el pueblo de Israel (7,27): «y su realeza (la de la cuarta fiera,
el último imperio destruido), su autoridad y su grandeza, y el poder sobre los
reinos bajo el cielo, se dio al pueblo santo del Altísimo para que empiece a
reinar con un reinado eterno, y todas sus autoridades se le someterán y le
obedecerán». En el texto hebreo, el personaje de la visión, que representa al pueblo,
recibe el poder antes concedido a Nabuconodosor, con los mismos términos (Dn 4,33;
5,18), con la diferencia de que el suyo es eterno. ..
Como se
ve, a la «figura humana» (“como un hijo de hombre»), que en Daniel representa a
un colectivo (Israel), se opone en Marcos 2,10 «el Hombre» (“el Hijo del hombre»),
que también representa a un colectivo, a Jesús y.a los que de él reciben el
Espíritu, es decir, la nueva humanidad. El significado colectivo de la
expresión «el Hijo del hombre» está explicitado en el pasaje paralelo de Mateo,
donde las multitudes, reaccionando a lo hecho por Jesús, alaban a Dios «por
haber dado tal autoridad a los hombres» (Mt 9,8). En Daniel y en Marcos se
menciona la exousía o autoridad: en Daniel, para dominar a los paganos;
en Marcos, para borrar su pasado y darles vida: no para el dominio, sino para el
servicio del hombre.
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